Día Internacional del Pueblo Gitano: una historia de discriminación y el episodio silenciado que pretendió acabar con el Pueblo Gitano en España
Hoy, en el Día Internacional del Pueblo Gitano, rescatamos un episodio de nuestra historia que sigue siendo desconocido para gran parte de la sociedad, pero cuya memoria es imprescindible para hacer justicia con un pueblo que lleva más de 600 años formando parte de la historia de España.
El Pueblo Gitano continúa enfrentándose al racismo estructural en su vida cotidiana. Es, a menudo, tratado como extraño en su propia tierra. Seis siglos de presencia no han bastado para erradicar la discriminación y el antigitanismo que atraviesan generaciones. Porque no se trata de un problema del pasado: sigue muy presente en la actualidad.
En diciembre de 2024, la Fundación Secretariado Gitano (FSG) presentó su XX Informe anual sobre Discriminación y Comunidad Gitana, en el que se recogieron 384 casos documentados de discriminación atendidos por la entidad durante el año. Casos que evidencian prácticas que perpetúan la desigualdad, la exclusión, los prejuicios y los tratos desiguales que, por su origen étnico, siguen soportando muchas personas gitanas.
No son hechos aislados, ni limitados a ciertos contextos. El informe señala casos en medios de comunicación, redes sociales (con especial gravedad en discursos de odio), acceso al empleo, a bienes y servicios, educación, salud, vivienda e incluso en actuaciones policiales. Una discriminación persistente que urge erradicar desde todos los ámbitos.
“Recuperar nuestra memoria histórica es un acto de justicia y dignidad para nuestro pueblo.”
— Silvia Agüero, escritora y activista gitana, en Resistencias gitanas
Conocer la historia para no repetirla
Decimos que conocer nuestra historia es la mejor herramienta para no repetirla. Por eso hoy recordamos La Gran Redada de 1749, un intento deliberado de exterminio del Pueblo Gitano que tuvo lugar casi dos siglos antes del Samudaripen, el genocidio perpetrado por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial.
Durante el nazismo, gitanas y gitanos fueron perseguidos, deportados, encarcelados y asesinados de manera sistemática. Pero no hace falta mirar fuera: en España, ya en el siglo XVIII, se ejecutó un plan que perseguía objetivos similares.

El 30 de julio de 1749, durante el reinado de Fernando VI y bajo la influencia del Marqués de la Ensenada, se ordenó una redada masiva y simultánea en todo el territorio español. El objetivo era claro: detener a todas las personas gitanas, sin importar sexo ni edad, para hacerlas desaparecer como pueblo.
Se trató de una operación de limpieza étnica cuidadosamente planificada. No se trataba de castigar un delito ni de responder a un hecho puntual, sino de erradicar cultural y físicamente al Pueblo Gitano. La estrategia incluyó la dispersión forzosa, la separación familiar y el trabajo forzado, bajo la justificación de que el “modo de vida errante” de los gitanos representaba una amenaza para el orden social. Una visión profundamente racista y asimilacionista.
Se estima que más de 9.000 personas fueron detenidas. Muchas murieron en condiciones inhumanas: hacinamiento, hambre, enfermedades y trabajos forzados. La separación por sexos tenía un propósito concreto: impedir la reproducción del pueblo gitano y así asegurar su desaparición.
Los hombres fueron enviados a arsenales, minas y obras públicas, mientras que mujeres y niños fueron internados en cárceles y hospicios. Aunque algunos lograron ser liberados con el paso del tiempo, la redada no fue oficialmente anulada hasta 1763, catorce años después de su inicio.
Este capítulo, invisibilizado durante siglos por la historia oficial, dejó una profunda huella de dolor, estigmatización y desconfianza que todavía persiste en la memoria colectiva del Pueblo Gitano.
“Incandescente el lecho en el que habito,
mi condición, de reo y de herrumbre
desde una vejación de siglos, grito.”
— José Heredia Maya, poeta, filólogo y primer catedrático gitano en España,
en su poema Cuando en un universo de caminos
Hoy, como profesionales del Trabajo Social, reafirmamos nuestro compromiso con los derechos humanos, la justicia histórica y la lucha contra toda forma de discriminación. Recordar los episodios de discriminación de este Pueblo no es solo un ejercicio de memoria, es también una exigencia ética y profesional.